lunes, 15 de diciembre de 2014

Sobre la crisis en la arquitectura. La perdida de autoridad del arquitecto.

Antonio Toca


Ante la progresiva pérdida de las actividades que tradicionalmente realizaban los arquitectos, se hace evidente que no se ha podido —o querido— enfrentar el problema de la desintegración de la profesión; de manera que es poco probable esperar una reacción, tanto de las escuelas, como de muchos arquitectos que, de hecho, actúan como si la profesión no tuviera problemas. Ante la evidencia de la crisis que miles de arquitectos enfrentan diariamente esa situación es desconcertante.
La arquitectura es una disciplina relacionada con aspectos ambientales, económicos, técnicos y sociales, para el desarrollo de edificios y ciudades; y la disciplina es la manera en la que en la arquitectura se define, difunde y practica en su área de influencia.

Muchos arquitectos han definido a la arquitectura como el arte de la construcción; y la definición más antigua de arte es precisamente la capacidad y el resultado de hacer algo muy bien y de manera inconfundible; que en arquitectura incluye, tanto diseñarla como construirla. Lo lamentable es que la renuncia de muchos arquitectos a participar en la actividad constructiva los ha reducido a resolver sólo proyectos; y a diseñarlos sin considerar la construcción de la obra.

Ante esa situación, las alternativas para los arquitectos son:

1ª. Recuperar el control y la ejecución de las obras; ya que esa responsabilidad es fundamental para volver a integrar todas las etapas de su trabajo.

2ª. Recuperar su participación en las intervenciones en la ciudad; que implica diseñar en diversas escalas: edificios, espacios públicos, conjuntos y zonas urbanas.

3ª. Recuperar la participación en el desarrollo de sus proyectos; como la estabilidad del edificio, sus instalaciones, procesos constructivos y el control de las especificaciones y presupuestos.

4ª. Mejorar el diseño de los edificios; atendiendo a sus características económicas, técnicas y sociales.

5ª. Evaluar objetivamente, y modificar su actividad, con base en las necesidades reales del mercado de trabajo y a la estabilidad, funcionalidad, eficiencia, desempeño y mantenimiento de los edificios.


Es evidente que estas alternativas implican un cambio en la definición vigente de la actividad de los arquitectos, que tiene que realizarse en las escuelas; que ahora es poco probable. Lo sorprendente es que escuelas que supuestamente promueven la creatividad y la necesidad de actuar en la compleja realidad actual, sean tan reacias a cambiar.

Esa actitud contrasta con los extraordinarios ejemplos de las escuelas de diseño y arquitectura más avanzadas en Europa y en México, en la primera mitad del siglo XX. “Los experimentos pedagógicos fueron cruciales en la reflexión y práctica de la arquitectura en el siglo XX… Con un periodo de vida breve, típico en estos experimentos, tuvieron frecuentemente alguno de los siguientes finales: se abandonaron o disolvieron; se asimilaron a la corriente educativa dominante; o se clausuraron, debido a dificultades financieras y/o políticas”.

Significativamente, estas cinco alternativas han avanzado en la práctica diaria. “Quizá no es sorpresa que la práctica de la arquitectura ha ido mucho más lejos que muchas escuelas de arquitectura para encontrar nuevas maneras de operar dentro de la realidad cambiante de la industria de la construcción y del mundo. Después de todo, la práctica siempre ha tenido que sobrevivir dentro del mercado y necesita innovar para lograrlo”

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